EN CONMEMORACIÓN OMAMAI

La siguiente apreciación se contextualiza en el umbral que va desde la perplejidad hasta la videncia, tanto de las formas como de las sombras, en el dibujo.
 
En primer lugar, hemos de constatar que –al igual que la fenomenología- la experiencia de la práctica del dibujo de un modelo se sitúa justo en el propósito de asir del modo más adecuado posible su inagotable donación actual y presente.

Este propósito asume en sí una doble comprensión: por un lado, la natural comprensión de que mi punto de partida visual es “lo real”, y por otro, los esfuerzos inconmensurables por auto-percatarme de los modos con los cuales comprendo lo que comprendo en la realidad. Es decir, el reconocimiento de las líneas estructurales, de las luces y las sombras, de las texturas y de todas las relaciones internas que ofrecen el sutil equilibrio de la identidad del otro, corresponde a un trabajo de percatación de lo que efectivamente está “en ejecución” –aunque de un modo velado- en mi vida natural y corriente de la percepción de la realidad.

De manera que, tal parece que el arte está más próximo a la fenomenología que la fenomenología misma. El hecho de que no se pueda hacer arte sino haciendo arte, esto es: gerundivamente, lleva a que ellas sean el lugar donde se guardan de modo fenomenológico los secretos de la estructura viviente de la conciencia según el topos ontológico que se abre en cada caso. 

Indudablemente, podemos admitir que se puede dibujar a través de la pericia dogmática de una escuela, o del instinto desenfrenado de Dionisio. No obstante, sea cual fuere el caso, es claro ver que el blanco del papel o la tela, el silencio del músico y del poeta, y la quietud del actor y el bailarín, imponen una resolución irrefrenable de la que el artista se hace cargo en persona y con toda su persona. 

En este sentido considero que no podemos reducir el pensar a un mero evaluar proposiciones más o menos verosímiles, y el intento fenomenológico ha defendido este punto a través de todos sus exponentes. El pensar filosófico debe asirse como el ejercicio de comprender con evidencia (al modo de la fenomenología histórica), pero a su vez en la consistencia reflexiva de que soy en el pensar y no como mera cosa que piensa esto o aquello (al modo cartesiano).

VAZ





 

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